La Unión Europea utiliza como instrumento de la globalización de la agricultura y la alimentación, la Política Agraria Común. La PAC es una de las pocas políticas de los Estados de la Unión Europea que desde el inicio ha tenido vocación de política común. Sin embargo, sus desarrollos y reformas han ido siempre del lado de las políticas internacionales, usándolas como condición para dirigir la política agraria hacia la producción para el mercado mundial, impulsando la desaparición de las pequeñas explotaciones familiares y colectivas tanto de la UE como de fuera de sus fronteras.
La PAC nunca ha sido una política agraria en el sentido de planificar las actuaciones en el campo, ordenar el territorio, interiorizar los condicionantes medioambientales y desarrollar una política social en el medio rural; más bien ha funcionado como una política de intervención en los mercados agrícolas, promoviendo la estructuración de una potente industria agroalimentaria, aunque ello supusiera la desaparición de la población campesina propia, el desequilibrio del medio rural y un deterioro ecológico creciente. En la misma línea no ha promovido una política alimentaria, sino más bien, se ha centrado en la balanza comercial. Obviamente, al tratarse de uno de los bloques económicos más importantes, junto con Estados Unidos y Japón, no ha peligrado la suficiencia alimentaria, pero sí la seguridad y calidad de los alimentos, agudizado por el flujo de importaciones-exportaciones, en un ciclo sin fin de especialización y deslocalización productiva cada vez mayores.
La PAC nunca ha sido una política agraria en el sentido de planificar las actuaciones en el campo, ordenar el territorio, interiorizar los condicionantes medioambientales y desarrollar una política social en el medio rural; más bien ha funcionado como una política de intervención en los mercados agrícolas, promoviendo la estructuración de una potente industria agroalimentaria, aunque ello supusiera la desaparición de la población campesina propia, el desequilibrio del medio rural y un deterioro ecológico creciente. En la misma línea no ha promovido una política alimentaria, sino más bien, se ha centrado en la balanza comercial. Obviamente, al tratarse de uno de los bloques económicos más importantes, junto con Estados Unidos y Japón, no ha peligrado la suficiencia alimentaria, pero sí la seguridad y calidad de los alimentos, agudizado por el flujo de importaciones-exportaciones, en un ciclo sin fin de especialización y deslocalización productiva cada vez mayores.